lunes, 27 de mayo de 2013

Deseo~ 2

*0* Dleitense con este sexy hombre *babea*
 Para Kimiko <3 que se lo debo desde hace mucho. 



Capítulo 2

El insistente y agudo sonido se colaba por todos los rincones de la desordenada casa, haciendo enojar a cierto señor que juraba ese ruido le taladraba el encéfalo completo. En esos momentos se arrepentía de haber tomado 2 botellas de vodka de golpe y 3 porros nocturnos… claro que pronto eso quedaría a segundo plano, específicamente cuando tuviera otras 2 botellas y pastillitas de la alegría frente a él.

Con paso desganado y tratando de hacer su mejor faceta abrió la puerta, encontrándose en ésta 2 señores que se veían adinerados y formales, con caras misteriosas y mirándole con desprecio.

—¿Qué desean, señores? —Habló Gordon con toda la normalidad que pudo, intentando aparentar más lucidez de la que estaba seguro.

—Nos han recomendado un lugar donde la podemos pasar bien, bueno, en específico a cierta persona que me dijeron podríamos encontrarlo aquí… ya sabe, para pasar un buen rato.

Con sus desgastados labios, tan agrietados y dejando ver sus pútridos dientes amarillentos, Gordon sonrió con autoritarismo y goce deduciendo que en la noche bien podría tener el doble de mercancía que consumía diariamente.

—Humn, sí. Aquí está…

—¿Cuánto por persona?

—Son cien euros por hora, trescientos por persona tomando en cuenta 3 horas cada uno y el trío si gustan… se puede negociar.

—El trío me llama la atención —comentó un castaño el cual era más alto que el otro.

—Quinientos cincuenta el trío por 3 horas.

—Me parece perfecto —habló esta vez el moreno—. Sin embargo quisiéramos ver primero la “mercancía” —La burla salió de sus labios en un deje de ironía, ansioso por ver aquel chiquillo que según los demás, hacía bien su trabajo.

—Oh vamos, es mi hijo, no subestimen las circunstancias. —volteó un momento mientras gritaba a su “pequeño” —. ¡¡TOM!!

No era que desconfiasen. Pero dadas las circunstancias y más siendo su hijo, el aspecto del padre dejaba mucho qué decir. Mejor irse por la segura.

Unos golpes un tanto rápidos se hacían escuchar entre las escaleras anunciando que alguien bajaba tranquilamente por ellas. Los jóvenes habían sido invitados a la sala de estar que estaba un tanto desordenada a causa de la noche anterior por descuidos inconscientes de un tomado señor.

Con tranquilidad aparente tanto los dos chicos que acompañaban a Gordon como éste último enfocaron su vista en la figura que hacía aparición ahí, los dos anteriores sonriendo ampliamente. Y es que una persona tan joven, hermosa, casi perfecta como la que se presentaba ante ellos y con un cuerpo y mirada tan erótico que hacía —e hizo— que erecciones instantáneas dieran ciertos brincos placenteros presas de sus imaginaciones que pronto se convertirían en realidad.

—Acércate —demandó su padre—. Él es mi hijo Tom, como verán dije que no subestimaran nada, la palabra queda sólo en ustedes. ¿Aceptan?

—Aquí están quinientos euros con cincuenta.

—Me parece perfecto… me voy. Has lo tuyo Tom.

La mirada de Tom divagó por sus manos echando un último suspiro antes de volver a subir la mirada y recorrer de manera que pareciese lujuriosa los cuerpos de ambos chicos que tenía enfrente. Sonrió mientras mordía cuidadosamente su labio, justo en el piercing y remojó éstos.

—¿Suben? —Sonrió gustoso de ver aquellas bocas abiertas que pronto salivarían mientras le comían con la mirada. Asegurándose de que le siguiesen atrás y meneando eróticamente el trasero les condujo a una habitación contraria a la suya propia. Ésta era para esas “ocasiones especiales”.

Una vez entró sintió unos brazos toquetearle descaradamente todo su torso y espalda, parte de sus nalgas.

—Ahh, si me tocas así no respondo —Sonrió Tom mientras se lo decía al que estaba detrás suyo, rozando su erección en él y el otro comiendo de su cuello, sintiendo cómo se excitaban aún más.

—Entonces no respondas pequeñín —Uno pelinegro lamió sus labios—. A Mike y a mí nos recomendaron contigo porque dicen que eres muy bueno en lo que haces.

Tom echó su cabeza para atrás mientras presionaba más la erección del que ahora suponía era Mike, que aún no le soltaba—. No sé, yo sólo disfruto.

—Entonces ven aquí.

Mike comenzó a desvestirle mientras era devorado por la boca del otro que por igual comenzaba a desvestirse. Una vez los tres desnudos Tom comenzó a masturbar a ambos chicos que se deshacían en gemidos prolongados y caras de placer, parecía que disfrutaban mucho.

Cuando según ellos ya no podían más sus manos viajaron por toda su longitud mientras se masturbaban ante la visión que tenían frente de ellos. Un hermoso rubio que disfrutaba de la textura de sus propios dedos dentro de él mientras los metía y sacaba intentando dilatarse lo suficiente. Aquello, Tom sabía, los volvía locos, unas bestias y tal parecía que esa no iba a ser la excepción.

Uno de ellos terminó por prepararlo y penetrarlo de una, sintiendo aquella cálida estrechés de la pronto se volvería adicto. Era jodidamente bueno y placentero, claro que el sexo con un hombre podría ser mucho mejor, más apretado y más excitante, eso e incrementándole una visión tan sexy y erótica como aquel niño que tenía enfrente… estaba en la gloria.

—Oh… sí, dame ahí, dame más ahí que se siente tan… ¡Ah! —Su espalda se encorvó cuando tocó aquel punto que decían los volvía locos. El pequeño botón para la gloria sexual en todo hombre.

—¿Así? ¿Fuerte hasta romperte? Oh… qué jodidos… sí.

—Ahora muéstrame a mí qué tanto te gusta lo que hace mi amigo.

Mientras uno embestía fuertemente dentro de Tom, el otro disfrutaba de lo cálido y húmedo de su cavidad bucal, que era fuertemente embestida por el duro miembro que le llegaba hasta la garganta. Y así por turnos y posiciones.

Tres horas, agradecía haber tomado esa pequeña dosis de viagra que siempre le ayudaba en situaciones como aquellas. Volvía locos a aquellos que disfrutaba de su cuerpo y él disfrutaba lo suficiente como para hacer bien su obligado “trabajo”.

—Humn, mi amor, has estado sensacional —Mike le besó apasionadamente, tanto que juró sentir un hilo de saliva colarse por sus bocas. El otro le besaba asquerosamente el cuello y acariciaba su desnuda y sudada piel.

—¿En serio?

—Sí, y pienso venir a visitarte más seguido.

—Eso me gusta. —Y volvió a besarle. Rato después se despedían de la misma manera jurando volver a encontrarse.

Tom esperaba que no.

Salió decidido de la habitación y se aventuró a la suya, duchándose y limpiando cualquier marca de lo antes sucedido, tallando como siempre su piel hasta enrojecerla en sobremanera. Cambiado salió de su habitación encontrándose con aquel que era el último que quería ver.

—Espero hayas hecho bien tu trabajo, Tom. —habló un mareado Gordon, recriminando a su hijo.

—Como sea, no es de tu incumbencia. ¿Ya tienes tu maldito dinero no? Entonces no me jodas.

Apenas terminó de descargar su ira cuando se vio en el suelo comenzando a sangrar de su labio inferior. Por estas cosas y las otras obvias empezaba a odiar a su padre. Era despreciable…

—No me vengas con eso, hijo de puta. ¡SOY TU JODIDO PADRE Y ME RESPETAS, CABRÓN! Ahora mueve ese jodido culito que tienes y desaparece de mi vista. —siseo, desapareciendo a tambaleadas.

Los problemas sólo arruinaban su día, era preferible para él salir huyendo de ellos, aunque claro, toda su vida era un problema. Había veces en que ya no se consideraba una persona, o la mayoría del tiempo… o siempre. Como si tuviese un hedor repugnante en la casa —lo cual no era del todo falso— salió como alma que lleva el mismo diablo a Beto ha de saber dónde.

Comenzó a caminar sin rumbo fijo, preguntándose como siempre hasta cuando el maldito infierno terminaría, si es que lo hacía, o tenía que rendirse como muchas veces lo pensaba y salir huyendo como un cobarde por la única tangente que le quedaba: morir. Ya no se sentía parte de algo o de alguien, ya no había nada por qué luchar —era claro que su padre no entraba en ese ámbito. Simplemente desde la primera vez que pasó, se sintió sucio, usado y roto… mucho más con el paso del tiempo.
Iba absorto en sus pensamientos, recordando cosas y queriendo olvidar otras tantas.

Su celular vibró.

—¿Sí? —respondió despreocupado. Llegó a un parque solitario, sentándose en la primera banca que encontró mientras las pequeñas avecillas y el viento fuerte que comenzaba a volar por esas horas hacían un acto de entretenimiento para el chico.

—¿Dónde estás Tom? —El sonido de aquella voz le hizo virar los ojos con fastidio. Pensaba que en un momento tranquilo en su vida siempre terminaría interrumpido por una de las voces que tanto odiaba: Dave.

—Me perdí por ahí un poco ¿Qué quieres? Voy a estar puntual en la noche, donde siempre.

—No es por eso. De eso quería hablarte —Pausa—. Lo que pasa es que un chico pidió tus servicios esta noche… Quiero que vayas a la dirección que te mandaré por mensaje. Me pagó una parte por adelantado y la demás te la dará a ti, ya sabes qué hacer. Pasaré a tu casa mañana a medio día, y no me salgas con mariconadas Tom ¿Entendiste? No quiero nada de quejas y mucho menos enterarme que no fuiste o algo parecido porque no sabes lo que te pueda pasar.

—Como sea.

—Estás advertido niño, te lo digo desde ahora. Has bien tu trabajo y serás recompensado Tom. Adiós y ojo con lo que te dije.

Cortó la llamada. Su gran enojo al menos se tranquilizaba por la poca naturaleza que se presentaba a su derredor. Pronto su celular vibró de nuevo.

Una dirección y un número. Una hora específica.

Aún quedaba tiempo pero aquel lugar estaba un poco retirado si quería irse caminando. Quizá llegaría en una media hora por mucho y así se fue a pie.


~


Era una casa elegante aunque pequeña. Tenía un buen estilo y se veía acogedora. Guardó la pequeña su celular en el bolsillo y se dispuso a calmarse y respirar. Tocó el timbre con cautela y espero algunos segundos que para él fueron mucho menos y pronto salió un señor vestido de negro con sus ojos escondidos tras unas gafas del mismo color.

Temió. En el trabajo le habían tocado desde el cliente primerizo hasta el sodomizador que le torturaba hasta límites inalcanzables, afortunadamente de éstos sólo tuvo dos en su vida y agradecía aquello. Aún así estaba temeroso de sujetos como el que le había abierto la puerta.

—B-Buenas tardes señor…

—Sí, ¿Tú eres…? —preguntó misterioso.

—Uh… soy Tom, me dieron esta dirección y… —El contrario no lo dejó terminar. Abrió las puertas dejando un espacio suficiente como para que Tom pasara.

—Oh claro… pasa.

—Gracias.

Si la casa por fuera era bonita, por dentro lo era aún más. No entendía cómo podrían diseñar cosas así, a veces le sorprendían y le hacían emocionarse a tal grado de que pensamientos como «Quizá algún día diseñe algo como esto» o «Qué bonito sería ser diseñador» se le cruzasen por la mente. Aunque claro tenía que si hubiese estudiado, no sería precisamente aquello.

—En un momento viene el señor. —El rastudo asintió mientras veía a aquel desparecer rápidamente. Pedía a todos los cielos que al menos ese día no le tocara un vejete que se creía superman en su mero apogeo porque se suicidaría.

Pasaron minutos y se cansó de estar sentado. Decidido se levantó mientras paseaba la mirada por todos los lados, observando el tapizado de las paredes y los costosos cuadros que la adornaban. Eran muy hermosos y había escuchado hablar de algunos.

Su mirada se enfocó en un cuadro de una niña que se miraba en el espejo mientras espesas lágrimas negras salían de sus grises ojos. No tenía color aquel cuadro pero atrapaba hasta la persona menos sentimentalista. Se veía tan real que le cautivó todos sus sentidos.

—También amo ese cuadro, es mi favorito.

Volteó rápidamente tras escuchar esa gruesa voz.

Su respiración se paralizó.

Nada de lo que imaginaba estaba frente a él. No era aquel viejito ya entrado en edad que quería revivir momentos de antaño o un niño que se comportaba como haciendo su primer travesura. Nada de eso.

Era alto, delgado y musculoso, un corto y sedoso cabello negro que contrastaba perfectamente por su pálida piel, esos labios carnosos y rosados, embarcados por aquella débil capa de barba que lo hacía más deseable y qué decir de aquellos cautivadores ojos azules que resplandecían por todo el lugar.

Quedó cautivado.

Quizá no le costaría mucho trabajo hacer las cosas “bien”.

—Debes ser Tom ¿No? —preguntó de nuevo ante su mutismo, mostrándole aquella sonrisa que dejó al menos sin aliento. Era muy apuesto.

—Sí, uhm, soy Tom y me dijeron que viniera aquí… por…

—Sí, pensé que no vendrías. Mucho gusto Tom, me llamo Jared… Jared Leto.

—Un gusto señor Leto.

—Llámame Jared. —Mostraba mucha confianza que hacía que Tom se contagiase de ella.

—Okay, mucho gusto Jared.

—Humn, entonces… ¿Por qué no pasamos a un lugar más en… ambiente?

Por un corto momento lo había olvidado. Con una media sonrisa, de esas que cautivaban, asintió mientras comenzaba a seguirle.

Pasaron por un pasillo antes de adentrarse a una habitación que era grande pero se veía cómoda.

Observó como Jared se sentó en una esquina de la mullida cama abriendo sus brazos para que él se acercara. Así lo hizo. En cuanto el pelinegro lo tuvo a su alcance comenzó a besarlo lenta y pausadamente, saboreando al pequeño joven que suspiraba en sus brazos. Le incitó a abrir la boca para poder explorarse mutuamente y sus manos acariciaban bajo la gran playera del rubio, abarcando lo más posible de piel de éste.

Nadie le había tocado como Jared le hacía, con mucho cuidado y delicadamente, o quizá sólo lo tocaba como a un ser humano y eso era precisamente la gran diferencia de todos aquellos a los que estaba obligado a complacer. Pues para ellos sólo era un objeto sexual que les satisfacía por horas indefinidas y le trataban como a la cosa más barata en este maldito planeta.

El mayor le besaba y succionaba el cuello sin llegar a ser suficiente esfuerzo como para, supuso, dejar marcas. Pronto se vio desvestido al igual que el otro. Bajó su mano hasta el pene de Jared y comenzó a masturbarlo para endurecerlo aún más si se podía mientras le escuchaba gemir y jadear delicadamente, con sus ojos cerrados y echando su cabeza hacia atrás.

Se vio cargado de repente y acostado en la cama, viendo como el otro se posicionaba encima suyo y comenzaba a besarle y restregarse contra él.

—Ahh sí… uh sí… —gemía.

—¿Lo disfrutas, pequeño?

—Uh sí… hasta ahorita sí.

—Voltéate precioso —demandó el mayor, observando con lujuria a Tom que obedecía al pie de la letra todo lo que hacía, excitándolo aún más.

En cuanto tuvo aquello que pronto le volvería loco a su vista, no evitó el acercar aquel hermoso y bien formado trasero hasta su rostro y comenzar a lamerlo y morderlo ante los grandes gemidos que el pequeño echaba.

Pensó que si hacía eso y gemía así, no se imaginaba si…

—¡Oh mier-mierda, sí! ¡Ahh JARED! —Una juguetona lengua le penetraba y jugaba con aquel anillo de músculos que les daba placer a los demás. Se sentía genial o más que eso… no pudo evitar gritar de rato en rato.

De entre tanto placer pronto no sintió nada y se extraño, quizá se quejó un poco y buscó al causante de su repentino enojo encontrándolo buscando entre los cajones de un mueble.

—¿Qué buscas?

—Esto. —Le enseñó un pequeño frasquito color azul y un condón.

Jared untó un poco en su mano y en sus dedos para después dirigirse a aquella zona del cuerpo del pequeño que pronto le sintió soltó un suspiro.

Unos minutos más y sintió aquel grueso miembro comenzar a hacerse lugar dentro de él, viendo como el otro disfrutaba con tan sólo sus gestos y él no se la estaba pasando tan mal.

Estocadas una tras otra tenían delirando a ambos, disfrutando de aquel momento porque, incluso en la retorcidamente del menor, ese momento era uno de los que no se veía tan obligado a complacer al otro, sino que era sólo una sesión de sexo tal cual; es decir, ambas parejas disfrutaban del acto de manera carnal.

Tom cabalgaba a Jared que tocaba insistentemente su próstata haciéndolo estallar pronto, y a propósito, contrayendo el trasero haciendo que su amante hiciese lo propio. Quedando recostados en aquella cama calmando sus respiraciones.

Pronto la voz de Leto le sacó de su ensimismamiento.

—¿Disfrutaste? ¿Estás bien? —preguntó de pronto, haciendo que Tom se confundiera y frunciera el ceño—. ¿Dije algo malo?

—N-No es sólo que… ¿Por qué me preguntas eso?

—Bueno, cuando tenemos relaciones y lo disfrutamos mucho algunas personas, me incluyo, solemos salirnos de nuestros cabales y ser más rudas de lo que en verdad deberíamos. Por eso pregunto… Pero si te ofendí…

—No para nada, al contrario, digo… ¿Quién se preocupa por eso conmigo? Es por eso que me extrañó. Es la primera vez que… que me preguntan algo así. —Suspiró—. Contestándote: Estoy perfectamente y sí, disfruté.

—Me alegro… Ahora que recuerdo, ¿Te gusta el arte o algo así?

—¿Por qué? —La pregunta le había descolocado ya que ni siquiera él sabía.

—Te vi interesarte mucho por los cuadros.

—Honestamente ni yo sé, pero eran muy hermosos…

Una charla amena dio lugar aquella noche. No estaba seguro del porqué pero se sentía bien. Hace mucho que no platicaba con alguien así, de gustos o de intereses o de cualquier cosa que atravesase la mente y de aquella mínima idea surgieran cien más. Era muy entretenido.
Incluso después de aquella gran charla hizo algo que jamás se había permitido hacer.

Dormir con algún cliente.


Gracias por su espera. Espero les haya gustado, me costó mucho dado que es uno o el capítulo más largo que he hecho para una fic que no sea un One, sin más que decir.
¡Gracias por leer!

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