jueves, 25 de julio de 2013

Empacando Fantasías - Capítulo 25

"Dependiente"




Los párpados pesaban demasiado, como si algún tipo de pegamento mágico no dejase que los abriera. Aún así podía sentir la pesadez de todo su cuerpo y el dolor en cada rincón de éste. Sabía que era de día por la poca luz que traspasaba sus delgados párpados volviéndolos color cálido.

Entreabrió apenas los ojos notando un intenso dolor en la parte delantera de la cabeza. La boca la tenía totalmente seca y sentía que al más mínimo movimiento era hecho con algún tipo de fuerza sobrehumana.

No supo cómo en realidad, pero logró girar su cabeza y enderezar un poco el cuerpo hasta quedar semi-acostado viendo para todos lados e intentándose acordar de los sucesos vividos antes de caer en la inconciencia. Vio una mata de cabello negro salir de entre sus sábanas, tapando el rostro adormilado de un chico. Un chico que él sabía quién era.

Se asombró.

—¿Bill? —preguntó más para cerciorarse que por dudar que fuese él. Bill inmediatamente despertó tan sobresaltado que fue a dar al suelo en un seco movimiento.

Al parecer el menor se asustó más, pues vio inmediatamente cómo el mayor se levantaba a una velocidad asombrosa aproximándose a él. Desesperado.

—¡Tom! Estás… ¿cómo estás? ¿Sabes quién soy, lo sabes? —Bill comenzó a vociferar una y otra vez más para sí mismo que para el otro. Tocaba cuanta piel se le pusiese en frente para cerciorarse de que no tuviese fiebre alta, pero éste acto sonrojó al más pequeño sin poder evitarlo,  asustándolo de paso.

—¡Espera! —gritó el rubio lo más alto que pudo intentando parar las manos de Bill. Arrepintiéndose al instante de sentir un gran escozor en su garganta—. Mierda, mi garganta, me duele. Y sí, estoy bien y cuerdo, supongo. Sólo el cuerpo me mata, me siento terriblemente débil y la cabeza me estallará de un momento a otro.

—Okay, tómate esta pastilla —Tom dudó—. Es Paracetamol. Te ayudará a quitar cualquier tipo de dolor que tengas y quitar la fiebre, si es que aún te queda. Anda vamos, que te tienes que duchar y comer para reponer fuerza. Por un momento creí que te morías.

Tom pudo ver un tinte de pánico y tristeza en la mirada que Bill pronto apartó. Le obedeció y procedió a ingerir la píldora para después dirigirse al cuarto de baño para tomar una ducha mientras el mayor preparaba el desayuno.

Una vez que salió de éste, se sintió un poco más relajado. Cambió su atuendo por uno cómodo y bajó a desayunar. Sorpresivamente tenía hambre, y sentía que en ese momento se podría comer un ejército entero, aún si eso fuese canibalismo.

—¡Tommy, qué bueno que has bajado! —saludó Bill con efusividad. Un sartén en la mano izquierda y una pala en la mano derecha, con la que movía ávidamente los huevos—. Anda, siéntate. Sírvete leche que ahora te llevo las tostadas y el huevo.

Tom obedeció nuevamente. Tomó un vaso y lo llenó del lácteo así como un poco de chocolate que por ahí encontró y usó para darle otro sabor. Momentos después vio como el secuestrador dejaba un plato lleno de huevo y tostadas frente a él. Igualmente procedió a cortar rebanadas de melón, papaya, sandía y plátano; agregando un poco de fresa y uvas en ella, sirviéndola en dos platos.

—Anda, come. —Bill le tendió un plato de fruta a Tom—. Necesitas muchas energías. El huevo está fresco y aquí hay mermelada o chocolate para tus tostadas o la fruta… también creo tener yogurt —Arrugó el ceño, intentando recordar si en verdad tenía Yogurt.

El menor vio la comida, disfrutándola con la vista incluso antes de probarla. Tenía mucha hambre, y agradecía toda aquella atención de Bill, aunque aún le desconcertaba.

—Umm… Bill —El mencionado le miró—. ¿Por qué haces todo esto? Es decir… cocinaste todo esto sólo por mí, tienes unas grandes ojeras que incluso juraría que estás medio muerto y… me cuidas… ¿Por qué?

Alzó las cejas con duda. Terminó de masticar un pedazo de sandía y tragó antes de hablar. —No sé qué clase de persona creas que soy. Supongo que la primera impresión es la más importante y dado que la primera que tuviste de mí fue, me atrevería a decir, la peor que alguien puede dar… Pero quiero que sepas que yo no busco dañarte. Me… uhm, me preocupé bastante ayer cuando te vi en ése estado y yo sin poder hacer nada más que lo poco que sabía, discúlpame por eso… Has perdido muchos líquidos y fuerzas. Necesitas comer muy bien y seguir tomando, al menos hoy, el medicamento que te di anoche. Ya sabes, para evitar secuelas o que la fiebre vuelva.

Bill le dedicó una última sonrisa y continuó comiendo. Mientras que Tom no podía apartar la vista del contrario. Perdiéndose en el tiempo en observar a Bill y tratar de encontrar una respuesta a la incógnita que ni siquiera él sabía. No lo entendía, y dudaba llegar a hacerlo realmente.

—¡Bien, Tommy! Disfruta tu desayuno y termínalo, mientras yo le daré de comer a tu cachorro y subir por las pastillas para que te las tomes. —Recogió su plato y vaso, llevándolos al fregadero—. Come tranquilo, ahora vuelvo.

Se extrañó un poco. El rugido que emitió su estómago fue lo suficientemente fuerte como para sacarlo del trance en el que se encontraba ensimismado; al instante se percató que llevaba varios minutos perdido en sus pensamientos. Tanto así que el pelinegro ya había terminado de desayunar mientras que él apenas llevaba tostada y media.

Tom comenzó a pensar que quizá no había probado alimento alguno al menos desde hace dos meses, sin haber muerto en el intento, claro está. Y ahora estaba cobrándole factura. No recordaba el haber tenido tanta hambre en su vida, sin contar aquellas veces en que igual enfermó y tuvo que comer todo ese caldo de pollo que su mamá preparaba. Arrugó el ceño nada más de pensarlo, detestaba el caldo de pollo.

Bill tenía razón. Toda la comida era reciente y la fruta estaba fresca y muy dulce, sabía delicioso. Pronto se vio engullendo la última uva del plato. Acabando con todo lo que Bill le había servido y creía que aún le cabría un poco más.

—Hay un par de caramelos en la alacena, por si quieres.

A Tom le brillaron los ojos de puro placer. Corrió hasta dar con dicho lugar para sacar aquellos dulces que tanto le gustaban y terminar por saborearlo con su boca, mientras Bill le miraba divertido.

—Uh… ¿Tom? —Bill prosiguió, encontrando la mirada del menor posada en él—. Hoy hace un buen clima… está soleado y parece que se mantendrá así el resto del día. Así que estaba pensando mientras alimentaba al Orejón, que quizá podríamos salir a pasear fuera de aquí. Quiero que conozcas y te diviertas, además le haría muy bien tanto a ti como al chucho salir un poco, ¿qué dices?

Encogiéndose de hombros, terminó aceptando. —Está bien, supongo que será divertido.

—¡Yay!


~*~


—¿Ya casi llegamos? —preguntó Tom por décima vez en los últimos cinco minutos.

—¡Ugh, que no! ¿Acaso te importa esperar otros cinco minutos más? No pido mucho.

—Hasta Orejitas ya está cansado —Volteó a ver al pequeño cachorro que tenía la lengua de fuera y los ojos moribundos, no era para tanto—. Dijiste que sólo saldríamos a caminar, llevamos como… ¿Cuánto? ¡Media hora caminando! —se quejó infantilmente.

—Eres un exagerado, tú y el Orejón, sólo son diez minutos, a lo mucho quince.  Y mira, ya llegamos.

Después de pasar entre muchos árboles frondosos y grandes durante el trayecto, al fin se podía divisar el fin de éste para dar inicio a unas hermosas aguas azules, iniciando entre lo blanco de la arena. Tan solitario y tan hermoso, que Tom creyó desfallecer en ese instante ante tanta perfección.

Si bien estaba cansado —No que llevara horas caminando, todo culpa de la pereza. Dado su estado post-enfermizo terminal, cualquier esfuerzo era algo digno de admirar—, esos veinte minutos que llevaba entre la vegetación de la que quedó maravillado desde un inicio, se le olvidaron por completo, queriendo correr de una buena vez para zambullirse en el agua y degustar de ella por el resto de la tarde.

No dudó en hacerlo.

Orejitas tampoco.

Con la risa de Bill como fondo, ambos terminaron en el agua, jugando y riendo como no lo había hecho en mucho tiempo. Al menos Tom.


~*


Varias arruguitas comenzaban a aparecer en sus dedos: se le hacían viejitos. Era una de las sensaciones que más disfrutaba y esa tarde no podía ser la excepción. Llevaba varias horas dentro del agua, sintiendo ésta pasar por su ropa y rozar su piel para refrescarla. Había agarrado un tono rosáceo al estar varias horas bajo el sol. Nada grave, según él y Bill. Tendría un poco de molestia pero nada del cual pudiese alarmase. El tono bronceado le quedaba bien a su piel.

Bill le había llamado hacía unos minutos para que comiera mínimo un emparedado que preparó antes de salir. Así tendrían algo en el estómago. Había retrasado ese llamado queriendo quedarse para toda la vida entre esas aguas cristalinas, divertido también en hacer molestar un poco al pelinegro y arrepintiéndose al instante al verlo venir con una cara completamente seria y sentir sus manos amoldarse a su cintura para cogerlo y cargarlo sobre su hombro, como costal de papas.

—¡Bájame, idiota! —Fue ignorado a pesar de su lucha.
Bufó cuando perdió todo contacto con el agua y se dejó caer a peso muerto sobre el hombro de su captor. Derrotado.

Una vez estando fuera del agua, sentados en la arena, Bill le tendió uno de los emparedados al menor.

—¿Qué no podías esperar un rato más? ¡El agua está riquísima! Hay que aprovechar todo lo posible de ella —Se quejó Tom, haciendo un puchero y tomando el emparedado para empezar a degustar de él. En ése mismo instante se había percatado del hambre que tenía.

—¿Un rato más? Te dije que vinieras a comer hace más de media hora y hasta que no te he sacado yo, me ignorabas olímpicamente. Además, después de reposar un poco el sándwich, bien podrás meterte un rato más en el mar.

Tom no dijo nada más, únicamente dedicándose a comer.


~*


—¡No, chucho odioso, quítate de encima! —gritó Bill. Recostado y disfrutando como estaba, pronto unos pequeños kilos habían saltado en su estómago, juguetón y mojado como estaba. 
Lo atraparía y lo mataría para comerlo en la cena de ese día.

Habían terminado de comer y ahora reposaban un poco antes de meterse de nuevo al mar. No querían terminar devolviendo todo lo que habían ingerido; mucho menos contaminar el mar. El único que parecía no importarle aquello era al travieso cachorro que aún corría como loco tras algunos cangrejos y mojando sus patitas en la orilla.

Había ido a molestar a Bill, a sabiendas de que al igual que su dueño, era divertido molestarlo y hacerlo enojar, consiguiendo como siempre que terminara intentándolo atrapar en un divertido juego, al menos para Orejitas.

Tom miraba divertido aquel espectáculo. Sin duda muy cómico.

Comenzó a ver a su alrededor analizando todo. Se dio cuenta de todo lo que pasó, de cuánto había pasado desde que “conoció” a Bill y el comportamiento de éste. Si no lo encontraron —habiéndolo buscado o no— antes, ahora mucho menos.

Su vista se posó en Bill, el cual ahora reía divertido mientras perseguía al perrito escurridizo. Su mente recordó la noche anterior y lo que el pelinegro hizo por él. Su preocupación y su miedo, su tristeza y sobreprotección. Todo aquello fue real.

Ya basta de tantas esperanzas fallidas. Ya basta de tanta espera que no sabe cuándo llegaría. Estaba resignado. Ya no era tan difícil. Ya no era lo mismo. Mejor pensar en el presente, en lo que tiene y en que todo está bien, después de todo. Su vida anterior comenzaba a formar parte de su pasado. Tenía que ser pasado. Y tenía que convertirse en un hermoso recuerdo, únicamente eso. Ahora eso no existía más, ahora su vida era completamente distinta.

Ahora al único que necesitaba era a Bill.

Del único del que dependía, era de Bill.

Y es que después de todo no estaba tan mal.




Bueno, al fin Tom decidió dejar su anterior vida atrás e intentar centrarse en su loco secuestrador, que a su ver, no era malo...
¡Gracias por leer! Y de nuevo y como siempre, Gracias a Kimiko <3 

No hay comentarios:

Publicar un comentario