"Nuevos Lugares"
No decidió amarrarlo, tampoco quería que todas las
actitudes fueran como un auténtico secuestrador, eso era lo que menos quería.
Quizá porque mentalmente quería auto-convencerse que si no actuaba como un
delincuente, quería decir que no lo era y jamás lo sería. Porque era cariñoso,
los secuestradores no hacen eso… claro que no.
Veía de re-ojo a Tom, tan calmado como si estuviese
durmiendo, tenía miedo de que alguien le detuviera por el camino hacia su
destino, le preguntara mil y un cosas que no sabría cómo responder y cuando se
enteraran de que era él precisamente el que todos buscaban, tuviesen esa pista
más para ser encontrado.
Afortunadamente nadie irrumpió su largo viaje.
Por el contrario, a Tom en un momento dado le daban
vueltas la cabeza, era como si estuviese un sismo justo en ese momento y en
cualquier momento se daría un buen golpe, todavía no abría los ojos y sentía
mareos muy fuertes. Mucho más cuando un dolor de cabeza le atacó al momento que
intentó abrir los ojos y la intensa luz para él, cegadora, le lastimó la
retina. Comenzó a quejarse.
Espero a que todo estuviese acostumbrado y abrió
completamente los ojos. Ya estaba comenzando a acostumbrarse a amanecer en
aquella fría habitación, después de haber soñado con el techo de su casa, en el
calor de su hogar. Pero ahora eso le hizo extrañarse.
En un camino completamente verde, frondoso y de ensueño.
Se asomaban palmeras, plantas enormes de un verde limón; frutos y especias de
varios colores y se le antojaban, incluso sabores. Era hermoso, pero eso quedó
a segundo plano entre el desconcierto en el que había despertado. Miró a su
alrededor, un automóvil con cubiertas de piel, una radio que calmaba un poco la
situación aterradora y el velocímetro ir a más de 80 km/h. Luego se percató en
el pelinegro que tarareaba el sonido que reproducía el estéreo del coche, y
sonreír apenas un poco.
—B-Bi… —Su garganta estaba seca y apenas podía articular
un intento de palabra sin ser atacado por la repentina tos, presa de la picazón
de la resequedad.
—Tom… ya has despertado. —Afirmó Bill al escuchar y ver
rápidamente a su chico, aunque medio desorientado, pero bien—. Me alegro,
porque hemos llegado.
Dos minutos más y el coche se detenía de una. Tom abrió
más los ojos pero aún la luz le lastimaba, hacía lo que podía. Mientras que
observaba como Bill, cual caballero, rodeaba el hermoso vehículo y abría la
puerta de éste, cargándolo y llevándolo a un lugar que pronto cambió el
panorama drásticamente.
Las paredes eran de un blanco hermoso, pero no puro,
eran una mezcla haciendo un color hueso claro que pensó era muy bonito, la
decoración era como muy prestigiosa y elaborada, con un olor dulce, como el de
Bill.
Con sumo cuidado, debido a las características del
cuerpo flacucho del pelinegro, cargó a Tom y le subió a la habitación que había
en la segunda planta, junto a la suya. Costándole un trabajo sobrehumano logró
girar la perilla de dicho cuarto y se adentró cayéndole 3 perlas de sudor en el
maquillado rostro, dejando a Tom sobre la mullida cama, aún cuando éste
comenzaba a protestar un poco.
—¿Dónde estoy? —Se exaltó Tom. Todavía estaba un poco
débil entre los brazos de Bill, estupefacto con cada cosa que veía porque…
vamos, se veía que estaban lejos (lo cual no quería creer) y era un lugar
completamente nuevo y no lo sabía interpretar.
Bill pareció dudar, pero era mejor decirlo a tenerlo
engañado, lo sabía de sobra.
—Bueno, nos hemos mudado por un tiempo, Tommy. Es una
casa que pude comprarme hace algún tiempo con un dinero que obtuve de una beca…
es mi tesoro. Hössbalt… algo retirado de todo, más bien mucho. ¿Te gusta la
casa?
El pequeño abrió los ojos como si fuesen dos platos
sobre su rostro, comenzó a temblar y su cabeza intentar digerir la información
que su secuestrador le dio de sopetón.
Se habían ido de la anterior casa de Bill, se habían ido
de la ciudad… a una que no tenía ni la más puta idea dónde se encontraba. ¿Qué
hacer? ¿Perder esperanzas? Comenzaba a creer que tenía que ser así.
—No… ¿Volveremos? —preguntó con la mirada perdida. Un
apretujón le dio a Bill… ¿Tanto sufría? Pero no podía arriesgase.
—Lo lamento pequeño… —Bajó él mismo su mirada,
sintiéndose ¿Miserable? Quizá—. Pero es necesario… Te… Te prometo que para ti,
todo estará bien.
«Te lo prometo»
Hasta que por fin vine a actualizar este fiction. *ww* Gracias por su espera.
¡Gracias por leer!
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