domingo, 7 de julio de 2013

Empacando Fantasías - Capítulo 22

"Nada es para siempre"



Su vista iba de aquellas malgastadas hojas del libro hacia la estufa que estaba completamente llena. Si bien era cierto que no había quemado el agua cuando intentaba cocinar —al menos no aún—, también era bien sabido que no tenía aquellas dotes culinarias que tanto desearía. No que se le quemara el estofado o los postres de los que sobrevivía cada cierto tiempo cuando su estabilidad monetaria no daba para pedir comida rápida de algún restaurant o parecido y aún así tenía que observar algún libro de recetas de la abuela Deisy y verse como un estúpido midiendo las porciones en una taza como lo decía en el libro, intentando no pasarse para que al menos resultara un tanto comestible.

Con un pequeño puñito de sal en sus manos y terminarlo de esparcirlo por la sopa que preparaba puso la tapa a la olla y terminó calculando el tiempo mientras se dignaba a ver a su chiquillo.

Ya habían pasado varios días desde que había vuelto a su casa y después de mimar al pequeño todo ese día y el anterior las cosas parecían mejorar según a su ver. Al final, Tom se daba cuenta de que sus intenciones no eran malas y le agradecía; se esforzaba tanto en hacerle ver que no le violaría o le maltrataría, que quería su bien y verle feliz que al parecer al fin comienza a convencerse y a abrirse un poco más.

De monosílabos o bisílabos en algunos casos, Bill ya podía hacer una muy pequeña pero amena charla cada que podía, preguntándole varias cosas, brindándole confianza y cariños… de todo tipo.

Bill e incluso Tom eran ya adolescentes, el primero más maduro pero con cierta tensión sexual y Tom con las hormonas alborotadas y cierta curiosidad natural que a ambos provocaba. El único problema era que el más pequeño en aquella situación obvia —estando secuestrado— era muy difícil que no temiera a cualquier arrebato del pelinegro.

Habían roces, besos tanto tiernos, pequeños, rápidos, húmedos y cargados de lujuria que desprevenían al rubio; caricias e incluso hace unos días toques un tanto subidos de tono que como siempre, terminaron gustando a Tom a la fuerza. Todo aquello haciendo sonreír a Bill quien estaba ansioso, pues Tom daba señales de querer mostrarse un poco menos sumiso… o eso esperaba.

Subió tranquilamente las escaleras y abrió la puerta de la habitación que ahora pertenecía a Tom, encontrándolo dormido con su cuerpo acaparando prácticamente toda la cama. Lentamente se acercó y le admiró detenidamente.

Sus largas pestañas adornando aquellos párpados que se veían con un tenue color rosado acompañando sus mejillas y aquellos carnositos labios que brillaban, contrastando su bronceada pero a la vez pálida piel. Era un sueño y no podía evitar suspirar al verle. Cada segundo, cada día… tampoco podía evitar sentir aquellas mariposas en el estómago cada que le veía o que a Tom se le salía una sonrisa dedicada a él. Una emoción le embargaba cada que hablaba aunque sea sólo unas cuantas palabras… y disfrutaba tanto en su compañía, no sólo sexualmente, pues nunca le había hecho suyo y sin embargo ahí estaba, un placer muy diferente a cualquier placer sexual que haya vivido.

Sólo Tom.

Tocó sus labios con los suyos propios, volviendo a saborear aquel sabor que tan loco le volvía, sintiendo al contrario removerse y abrir los ojos lentamente. Terminó por besarlo sonriendo en el proceso y al otro quedarse, como siempre, petrificado.

Con lamerle el labio inferior y morderlo un poco y separarse—. Ya está lista la comida Tom.

—Okay, hum… Gra-Gracias.

Bill sonrió—. Anda, vamos.

Bajaron tomados de las manos o más bien un Tom jalado por Bill. Un pelinegro feliz y un rubio sonrojado y enojado. Tomando en cuenta de que siempre que despertaba estaba un poco de mal humor –tan sólo un poco- también estaba el hecho primero. No sabía qué pasaba, aunque no le tomaba tanta importancia dado que desde hace varias semanas que había estado secuestrado, su mundo se vino abajo y hacía cosas que jamás se imaginó, aquí entra el sonrojo, por ejemplo. Cada acción o cada roce, después de que le tocase o cuando le acariciaba tiernamente, ahí estaba. Y eso le frustraba… Claro que también temía, era una balanza donde no sabía qué pesaba más de todo aquello.

Tom terminó sorprendido. No se asemejaba a un restaurant cinco estrellas donde los chefs fuesen unos honorables graduados con años de experiencia y sean considerados unos de los mejores de todo el país. Pero aquel aperitivo y el postre eran comestibles y ayudados de su insaciable hambre que le daba últimamente había estado bastante bien aquello. Elogió a Bill.

—¡Sí, sí, sí! —chilló con emoción. Sus brazos se alzaron los suficientes con un puño bastante cerrado y su cuerpo comenzó a moverse en forma de una victoria… Algo bastante cómico según expresaban las tenues carcajadas del pequeño Tom—. Me alegro que te gustara. Digo, es un gran logro cuando casi no cocino… pero es genial saberlo. Uhm… Tom...

El nombrado le miró con atención—. Dime.

—Eh… verás, ¿Recuerdas que salí esta mañana? —El pequeño asintió—. Pues… te traje un regalito.

—¡¿En serio?¿Qué es?!

—Espérame en la sala y pon una película, ahora mismo lo traigo.

Al terminar de escucharle asintió rápidamente mientras casi corría a la sala y obedecía a Bill, una parte de él no quería hacerlo enojar por miedo a que todo aquel amor con el que le tratara se fuera al caño y terminara por descuartizarlo, pero cierto también que actuaba normalmente y esa extraña emoción le hacía olvidarse del temor y sonreír ante su supuesta sorpresa.

Le vio acercarse después de un rato con algo en las manos. Al momento de tenerlo cerca se percató de una canasta con unas mantas dentro.

¿Una canasta? Se decepcionó un poco.

—¿Una canasta, Bill? Bueno, supongo que es bonita… ¿Gracias?

Bill soltó una risita—. Es para que la lleves cuando salgas a comprar tus verduras o frutas al mercado… ¡Es muy útil! —La mirada de incredulidad de Tom se reflejó a un kilómetro a la redonda, haciendo reír más a Bill—. ¡Tonto! Es broma, no sé ni para qué te sirva esa mierda de hecho, así que si fuese tú vería qué tiene adentro… digo, es mi opinión personal.

Un apresurado adolescente comenzó a revisar adentro de la pequeña canastita volviendo con sus ilusiones y esperanzas, sintiendo una bolita que pronto destapó, visualizando algo peludito y chiquito. Lo sacó.

—¿Un perrito? —Su sonrisa podría jurar que llegaba hasta sus orejas, se le veía feliz y muy ilusionado.

—No Tommy, es un conejo con cola diferente, vele bien, es un espécimen raro. —Se ganó una mirada fulminante—. Oh, qué poco sentido del humor tienes pequeño. —Suspiró—. Pensé que te gustaría y sería buena idea…

—Me encantó Bill, gracias.

Pronto le abrazó fuertemente con el pequeño cachorro entre ambos, que aún medio dormido comenzaba a lamer la mano en la que reposaba tranquilamente y comenzando a tomar cariño a sus nuevos dueños.

—Tommy… escúchame. —Tom le vio a los ojos, perdiéndose en ellos y escuchándolo bien por primera vez—. Yo no quiero lastimarte, tampoco quiero que me temas o huyas de mí. Quiero que seas tú, que te sientas tranquilo y cómodo.

El pequeño dejó a un lado el perrito, quien rápido se acurrucó buscando más calor—. Entiéndeme un poco… Esto me da temor y no por ti sino por la situación. Sé que no eres violento, sé que me cuidas y me proteges, que no me has hecho daño todo lo contrario: me mimas. Pero es difícil.

—Lo sé Tom, por eso te pido que confíes más en mí… Jamás te haré daño, no porque yo lo provoque o lo quiera… —Sus rostros se fueron juntando más por acción de Bill quien como siempre, dejó a Tom perplejo sin saber qué hacer, intentando controlar sus miedos y sus nervios, le miró a los ojos—. Tom jamás olvides… Nada dura para siempre.


Y le besó. Un beso lleno de sentimientos y hambre, se dejó hacer como siempre, pero algo le rondaba en la cabeza: Nada dura para siempre.


¿Querrá decir algo Bill con esto? ¡Gracias por leer!
Alguna crítica o algo así, es bien recibida y agradecida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario