domingo, 7 de julio de 2013

Empacando Fantasías - Capítulo 21

"¡Te extrañé!"


—¡¿Qué haces aquí?!

—¡Oh, hola madre, también me alegro no sabes cuánto de verte!

Con un par de respiraciones seguidas inflando ávidamente sus pulmones y luego soplar y soplar casi en la cara del único ser que tenía enfrente, aumentando la ironía de su propio hijo, logró relajarse.

—Lo lamento, bebé. Es sólo que no te esperaba, apareces de la nada. Y bueno… Jörg y yo estamos por salir de vacaciones y…

Bill sonrió—. Claro, no te preocupes, creo. No tuve tiempo de avisarte y bueno, me quedaba de paso. Y suponiendo que estarás en casa este día o menos, sólo vine a saludar ya que hace mucho no los veo.

—Un año para ser exactos, Bill. —murmuró en tono de reproche y es que vaya que extrañaba a su hijo.

—Lo sé, he estado ocupado en trabajos y la universidad. Apenas hace unos días salí de vacaciones y veré donde voy… pero te extrañaba, mamá.

Miriam cobijó a su hijo en un abrazo, emocionada por su presencia y por las palabras, ella también lo extrañaba aún más de lo que podía expresar—. Mi niño, ven aquí.

Quizá su estómago no recordase hace cuánto que no le llenaba una comida decente, algo comestible y, qué mejor, delicioso. Tanto así que quiso llorar en pleno bocado, y lo hizo.
Una preocupada Miriam y un Jörg extrañado le atiborraban de preguntas, una y otra seguida y encimada si se encontraba bien y del por qué su llanto. Lamentó el hecho de ser sensible al buen bocado y quedar con esa imagen de su madre, pero hasta ahora se daba cuenta de que extrañaba esos pequeños detalles que antes pasaba desapercibidos.

—Ya te dije mamá, es sólo que extrañaba todo esto. Ando medio sensible y… en verdad ni yo sé porqué lloré.

Miriam sonrió tiernamente, observando los delicados rasgos de su hijo que después de esos largos meses o años, que se le hicieron eternos, lo tenía al fin enfrente, aunque sea por corto tiempo, por esa tarde… estaba realmente feliz.

—Realmente te extrañé Bill, no tienes idea cuanto —vociferó amorosa, sonriendo a su único hijo al cual amaba.

—Y yo mamá, al fin de cuentas eres mi única mamá ¿No? —bromeó sacando una linda sonrisa de Miriam y de su padre Jörg—. No importa cuanto hace que no los veo, hoy es uno de mis mejores días por muy cursi que suene.

—Oh cariño, ven aquí. —Miriam le atrapó en un cálido abrazo de esos que extrañaba. Siempre una madre sería lo más importante para alguien, independientemente de los hijos o la pareja, siempre la madre está desde que una persona abre los ojos y crece poco a poco. El chico había extrañado a sus padres porque después de todo, para él eran los mejores.

—Promete jovencito que te dejarás ver no más allá de 3 meses, ya te queremos más por aquí.

—Haré lo posible papá, en verdad. No los quiero entretener más, sé que tienen planes y yo no los culpo porque sé que no avisé, pero no olviden que los quiero más que a mi vida en estos momentos.

—Jamás mi vida, nosotros también a ti.

Entre abrazos y cariños necesitados por un lapso de tiempo más para disfrutar aquel momento, llegó aquel en que el muchacho se tuvo que despedir una vez más de aquellos seres que tanto amaba, tomando muchos neceseres que Miriam le hubo enviado y asegurándose de llevar lo necesario para subsistir los próximos días. Giró la llave y pisando el acelerador se despidió de sus padres con un gesto de la mano, perdiéndolos de vista.

Tardó más de lo que quiso, tomando en cuenta que se comía incluso las uñas de los pies —irónicamente, claro está— por llegar lo más pronto posible a su pequeña casita cerca de la playa de la que tan orgulloso se sentía.

Una maniobra para la derecha y otra más para la izquierda, pisando el acelerador y deteniéndose a unos cuantos metros más allá. La puerta se abrió casi completamente y con una fuerza extrema se cerró, pero eso a Bill no le importó, pues estaba mucho más centrado en apresurarse a abrir esa puerta y ver a aquel que ahora ya le roba sus sueños y pensamientos.

Dejó las cosas que trajo entre manos botadas donde en algún momento dado las viera y acomodara y rememorándose a sí mismo que tenía cosas más que sacar del coche y corrió como un diablo hasta su habitación, volteando a ver a todos lados por si su pequeñín por ahí anduviese.

Sin percatarse de nada extraño entró a la última puerta tratando de no hacer mucho ruido, encontrándose con un pequeño niño con apenas un pijama ligero a causa del calorón sofocante, que dormía completamente absorto del mundo real, incluso se le veía tranquilo y relajado… descansado.

Una picazón se instaló por su cuerpo y el intenso cosquilleo de sentirse observado le alertó y alejó del mundo de Morfeo, abriendo los ojos poco a poco rogando a los cielos que ningún otro loco secuestrador y asesino en serie se hubiese metido a la casa de Bill y planeara hacerle todo lo que hasta el momento el moreno no se atrevió. El corazón le latía a mil y su cuello giró lo necesario para poder ver una figura delgada y medio rara verle desde un punto específico del cuarto.

Suspiró aliviado de que sea Bill. Viendo aquella sonrisa del pelinegro, seguro era por verle y es que era así. El pelinegro no podía aguantar las ganas de correr y comerlo a besos.

Le había extrañado mucho.

Apenas vio cómo aún frotándose los adormilados ojos el pequeño se sentó añadiendo un ligero “Hola”, él corrió hasta su lado, aprisionándolo entre sus brazos y tratando de transmitir su alegría a través de ese gesto.

—Hola pequeño… Te necesitaba.
Vio como la voz le temblaba al momento de haberle dicho eso, sorprendiéndolo y haciendo que automáticamente todo el poco sueño acumulado se le esfumara de una.

—Bill… —llamó con extrañeza, le veía temblar un poco, signo de que estaba aguantando el llanto.

—Tommy… Te extrañé.

Sus ojos se abrieron grandemente. Ese “Te extrañé” había sonado diferente, sincero y honesto y sin maldad. Le hizo sonreír, más cuando sintió aun más fuerte la presión de sus brazos a su cuerpo. Se había sentido solo, sin nadie con quién hablar, ni ver ni pelear, o mínimo gritarle.

—Me sentí solo —Se sinceró—. Así que yo también, creo.

Con una emoción nueva en su estómago, Bill hundió su cara en el níveo cuello del menor, aspirando su aroma y dejándose llevar por esos hermosos momentos, que al igual que el pequeño, comenzaba a disfrutar.


Sí, se habían echado mucho de menos.


;w; Tommy extrañó a Billy, ugh, qué bonito.
¡Gracias por leer! :DD

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