"Planes Desesperados I"
Jamás le había durado tan poco, quizá fuese culpa de la señora
que vendía comida rápida en la esquina, o quizá en todo caso el hambre de león
que le dio hace dos días. Dado que una terrible indigestión le obligó a estar
casi todo el día anterior y parte de ese en el sanitario, ahora estaba por
elegir el mejor papel higiénico entre los dos paquetes que tenía enfrente. Era
un infierno y jamás saldría de sus labios, tanto así que juraba comer sanamente
a partir de ahora.
Un tanto de verduras y frutas frescas para pasar la
semana y un pote de helado para compensar la comida de conejo que llevaba y el
resentido estómago que le quedó. Y ni diez minutos más tardó aquello.
En verdad que jamás entendería a las viejitas que, así
con esas pintas de pasitas secas, podían pasar horas escogiendo cosas y media y
parar el tráfico en las cajas del supermercado. Bufó y rodó los ojos, era algo
típico y tendría, como siempre, que esperar.
Paseo sus ojos por todos lados, descubriendo varios
chicles pegados en lugares donde nadie se percataba y rayones típicos de
pandilleros, entonces se percató de algo… Una hojita típica de extraviados pero
le llamó la atención aquella angelical carita y más el niño que estaba ahí. Era
Tom.
Le conocía porque como siempre su pelinegro amigo le
había dicho desde meses atrás (podría decir que años, pero no estaba seguro),
de las imaginativas fantasías que el pelinegro experimentaba con aquel
chiquillo. Le iba a ver todos los días, pero jamás le habló. Y ahora le habían
secuestrado, o extraviado, o algo así pero no aparecía.
—¿Es todo, señor? ¿Desea una recarga a su móvil?
—preguntó la chica que atendía, completamente aburrida, según su rostro.
—Oh, no gracias. Y sí, es todo —Le sonrió. Unos señores
salían de una oficina, parándose a unos cuantos pasos de él.
No que fuera chismoso o entrometido, pero tampoco podía
negar que era “interesante”, sin mencionar que no podía evitar entender lo que
escuchaba.
—¡Le digo que sí! Alto, pelinegro, ojos delineados
perfectamente, delgado y con pintas góticas. Dijo que vivía a unas cinco
cuadras… eso es todo.
—Muy bien, tendremos que ver quién es. Nos has servido
de mucha ayuda.
Abrió grandemente los ojos. No era tonto, ¿Cuántos
chicos de pintas punk vivían a 5 cuadras a la redonda que no fuese Bill? Y para
colmo, un oficial le buscaba.
Con ese pensamiento regresó meditabundo a su casa.
~
—¡¿Dónde estás?! —Estaba seguro que agradecía a los
reflejos naturales de su cuerpo sobre cualquier reacción agresiva ante éste,
pues si no fuese así y no se hubiese alejado el celular a tiempo, el oído le
hubiese reventado de una.
—¡Diablos Georg, baja la voz que casi me rompes la
oreja! —Suspiró—. Tuve que salir de emergencia ¿Vale? ¿A qué viene todo esto?
—¿Te enteraste que tu pequeña fantasía sexual está
secuestrado? —Un frío le recorrió de arriba hasta abajo sin olvidarse del más
recóndito lugar que hubiese.
—S-Sí, qué con eso —Intentó sonar normal, aún así
titubear fuera en ese momento lo único que le saliese.
—Bueno, no sé, pero están investigando a fondo. Hoy fui
al super y sin querer me enteré que tú fuiste el último chico con el que estuvo
antes de salir de su trabajo, es decir, antes que desapareciera.
Mierda.
—¿A-Ah sí? ¡I-Irónico! ¿No? … —Rogaba a los más altos
cielos que su amigo no se percatase de su voz, y por lo que suspiró, no fue
así.
—Pues sí, y todo por eso te están buscando… ya sabes,
para descartar que seas tú y tomar tu declaración o algo así, supongo…
—¿Cuándo fue eso?
—Oh, acabo de llegar. Oye Bill, tengo que dejarte porque
tengo que hacer algo, importante y…
—Deja Geo, no te preocupes y gracias —Oyó un intento de
“No hay problema” tan lejano que creyó imaginarlo, aún así lo más importante
rondaba ahora una y otra vez en su cabeza… le buscaban… ¡A él!
~
—Entonces… ¿Te vas? ¿Me vas a dejar aquí? —Tom frunció
el ceño. Era algo injusto que Bill fuera a no sé dónde y él se quedara, como le
dijo Bill, encerrado y sin comunicación.
—Sí pero no porque en verdad quiera, necesito ir. Además
volveré lo más pronto posible, no te pienso dejar solo tanto tiempo aquí.
Haciendo un mohín, aceptó a regañadientes—. ¿Tengo
opción? Creo que no, así que para qué me informas.
—Porque te tengo confianza, no lo olvides. —Guiñó un ojo
en modo coqueto y se apresuró a hacer maletas.
En realidad sólo era una miserable mochilita para unos 2
días máximo, acomodándola en la cajuela y regresando por un camino que había
recorrido muchas veces a lo largo de todos esos años (dos para ser exactos)
llegando hasta su departamento.
Entró sigilosamente, encontrando todo como si nunca
hubiese pasado nada. Echándose una gran siesta y comenzando a acomodar y a
tirar las cosas que ya no servían al día siguiente. Tenía que visitar a Georg
para que le informara todo exactamente.
Comía amenamente viendo un programa bastante cómico
cuando alguien tocó el timbre.
—¿Sí? —preguntó una vez la puerta abierta.
—Buenas tardes, somos investigadores policiales y queremos
hacerle unas preguntas relacionadas a la recién desaparición de Thomas Trümper.
Un sudor frío comenzó a emanar de sus poros, eran los
jodidos policías y ya le habían encontrado. Tragó saliva y controlado los miró.
—Pasen —Inventando una falta sonrisa, los guió hasta la
sala. Esperaba y todo saliera bien.
¡Gracias por leer! :DD
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