sábado, 6 de julio de 2013

Empacando Fantasías - Capítulo 18

"No me abandones"


Las penumbras le abrazaban casi hostigosamente, pero le confortaba. No quería que nadie le viese así, jamás se comportó como lo hacía o algo parecido y ahora, en esos momentos no podía y se le imposibilitaba el dejar de llorar. Se sentía realmente vulnerable y estaba arto y por ese mismo motivo en verdad agradeció la privacidad que el mayor le otorgó y aquella oscuridad que le tranquilizaba, muy en el fondo.

«¿Qué me queda?» Se preguntaba repetidas veces en todo ese tiempo que pasó ahí. Desde que Bill le diese la noticia de que no estaban más en donde se encontraba, que estaban a ya muchos kilómetros alejados de lo que habían sido sus calles vecinas y se encontraba completamente sólo… Con Bill. No encontraba un tipo de consuelo alguno, y es que todavía tenía la vaga esperanza de al menos en unos días más le encontrarían. Conocía de sobra a su madre, su carácter era tan sobreprotector que con 5 minutos que se hubiese dado cuenta del retraso de su rubio hijo, abría pegado el grito en el cielo y revuelto hasta las piedras inexistentes por encontrar al menos una pista que lo llevasen con su hijo… él la esperaba.

Pero aquellas esperanzas se esfumaron como llegaron, el querer saberse encontrado y analizando el tiempo en que investigarían no tardarían mucho, sería cuestión sólo de recorrer algunas calles contrarias y pronto darían con él, o estarían más cerca. Y cuando creía que aún había un atisbo de aquella lucecita llamada “esperanza” viene el lobo feroz y se lo lleva hasta el fin del mundo.

—Tom, Tom idiota sólo te queda resignarte… —Ahogó un gemido lastimero, el sollozo siempre luchaba por salir de sus labios y en ese momento no quería ni escucharse a él mismo. Era una revolución de sentimientos en su pecho.

Dolía mucho, mucho el saberse perdido… y era literal. El sentirse completamente solo a la deriva de algún futuro que ni siquiera tenía la certeza de que existiría y sobre todo, una rabia inmensa, por el destino, por las circunstancias, contra él mismo por cómo era y en qué se convirtió.

La garganta podría considerarse como un conducto de lava ardiente que sólo la retenía ahí hasta sentir que se ahogaba en verdad, una presión en su pecho y la vista nublada a tal grado de no ver nada. Le dolía la cabeza y era, suponía, por toda esa confusión que tenía; no sabía si lloraba de rabia, de tristeza o de puro miedo… resignación o al sentirse a la deriva y perdido.

Y eso le enojaba aún más.

—¡Te has vuelto un jodido llorón! —Sollozó tan fuerte que sintió como si la garganta se le desgarrase—. ¿Dónde quedaste, Tom? Dónde…

Se encontraba arrodillado a un lado de la cama, estrujando dolorosamente su ropa a tal grado de impregnar sus cortas uñas en su piel, arañándola de coraje y muriendo en el llanto.

Alzó la mirada. El vidrio de un mueble reflejaba su pálido cuerpo y el deplorable estado en el que se encontraba, secó con el reverso de su mano sus lágrimas e iracundo se miró.

—¿Qué le hiciste, ah? ¡QUÉ!... ¡Éste no soy yo, no puedo serlo… no! Tom no llora, él es feliz… mi Tom siempre tiene una sonrisa en sus labios… debe tenerla, Tom siempre está lleno de esperanza, mi Tom es feliz…  —Bajó la mirada, recostándose en el frío suelo, rindiéndose y comenzando a adormecerse—. Tom no es un desgraciado…

Cerró los ojos, sintió un estrujamiento en el pecho y mordió su labio. Definitivamente no vería a Tom en mucho tiempo, lo olvidaría quizá con el tiempo, le arrebataron a Tom… Tom.

¿Dónde estaba? Dudaba verlo algún día, quizá algún día… quizá en otra vida. Le extrañaba, y le dolía. Porque él no era Tom.

Morfeo lo cobijó entre sus brazos, narrándole canciones de cuna y confortando su corazón, diciéndole que todo estará bien. Apaciguando su sufrir, albergando algo cálido en su pecho y haciéndole más fuerte.

Sin embargo entre sus sueños, soñó de nuevo con Tom. Y es que era irónico, porque él era Tom, sin embargo… no se sentía así, no lo sentía. Extrañó mucho a aquel chico, tanto que derramó muchas lágrimas inconscientemente con la esperanza de que cada una fuera un grito desesperado que él escuchase con un «¡VUELVE… Te necesito!».

Echo un ovillo, jamás se percató de alguien que moría en silenciosos sollozos al otro lado de la puerta, escuchando los lamentos que él mismo provocó.

—¿Dónde has ido Bill? ¿Dónde? —Se preguntaba lo mismo. Quizá aquel Bill tierno y buen amigo, buen hijo y buen ser humano también se llevó a Tom. Se durmió pensando en eso, un dolor de cabeza le embargó y el llanto le obligó a cerrar sus ojos.

Internamente ambos tenían una vaga esperanza de que aquellos degenerados no los hubiesen olvidado.

Que quizá volverían.


«…Vuelve, no me abandones»


Siento que este capítulo fue especial, al menos para mí. Gracias por tomarse un poco de su tiempo y leer este pedacito de fic. ¡Gracias!

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