Traigo el capítlo 3 de esta historia
espero les guste, es un poco... "fuerte",
aunque creo no clasificar esto así.
Otro poco más del "Lindo" Muñeco Bill.
Capítulo 3
Una vez salió de ducharse, ya con el pijama
puesto, se metió a la cama dispuesto a dormir.
—Supongo que, no te importaría dormir
conmigo amiguito —habló al pequeño muñeco que seguía en la misma posición en la
que lo había dejado—. Usualmente yo no duermo con mis juguetes, solo con el Sr.
Teddy —explicó, enseñándole un pequeño osito color café—. Pero, supongo que
contigo puedo hacer una excepción ¿Quieres?
Sin esperar respuesta lo tomó entre sus
manitas y lo acomodó a un costado de su cama, haciéndole espacio y tapándolo
cual bebé. Después, tomó al pequeño Sr. Teddy y lo abrazó con mucha efusividad,
para así quedar dormido.
Pasaron largos minutos en los que la
respiración del pequeño niño se escuchaban suaves y acompasadas, símbolo de que
estaba profundamente dormido.
Esto no lo pasó por alto el pequeño muñeco,
que al percatarse de que estaba profundamente dormido, se despidió de la
inmovilidad de la que estaba preso. Su cabecita se volteó hacia donde estaba su
ahora dueño, viéndolo dormir profundamente abrazado a su pequeño osito, como si
de él dependiese su vida.
—¿Por qué lo abrazas, Tom? —se preguntó el
juguete, extrañado y profundamente enojado. Celoso—. A quien tienes que abrazar
y querer así es a mí, que por eso eres mío.
Esperó por largos minutos, incluso horas.
Con sus pequeños ojos rojos aún más vivos que la propia lava, presa de la
furia. No podía quitar la vista de aquello que tenía enfrente. Tan repugnante
para él. Nadie ocuparía el lugar que a él le pertenecía… nunca.
Su furia llegó a lo máximo, levantándose y
tomando al pequeño osito, alejándolo de Tom, que se removió ante esa extraña
intromisión y comenzó a buscar su pequeño oso con desesperación, entre sueños.
—Suficiente, esto es suficiente… Nadie
estará en brazos de Tommy si no soy yo, absolutamente nadie. —Terminó por
jalarlo, con un tremendo esfuerzo a comparación de su complexidad con el del
oso.
Lo bajó y lo sacó de la casa, llevándolo al
pequeño jardín que con trabajo encontró. Con sus pequeñas manitas y tras unos
arbustos, clavó con facilidad sus deditos en el delgado cuello del oso para
después aplicar más fuerza y arrancarle la cabeza. Despedazando después su
cuerpo y enterrándolo en un pequeño hoyo que en las acciones abrió.
Lo enterró, quedando completamente
polvoriento, pero feliz. Ya no habría
quién durmiese con Tom que no fuese él. Y si alguien se interponía, gustoso
hacía lo mismo las veces que fuesen necesarias.
Regresó a la habitación, cual camino ya lo
tenía de memoria y entró, después de haberse limpiado sus ropitas muy bien, y
volvió a la cama con Tom, quien buscaba con ansias alguien o algo qué abrazar.
Poniéndose el muñequito gustoso para que lo llenase de su calor y de su amor.
~*~
—¡Deja de hacer tanto ruido, Tom! —gritó su
madre desde la planta baja. Hacía demasiado ruido, tanto que desde la planta
baja se podía escuchar muy bien todo aquello que su hijo intentaba hacer.
—Lo siento madre —Apareció en la cocina,
justo donde Simonne estaba para preparar su desayuno diario—. Ya estoy listo
pero, es que… desperté y no encuentro al Sr. Teddy por ningún lado. Ya lo he
buscado y no lo encuentro.
—Ya no sabes ni donde dejas las cosas Tom.
Por eso te digo que seas ordenado —regañó su madre.
—¡Soy ordenado, madre! Ayer me dormí
abrazado a mi oso, y esta mañana desperté abrazado de mi nuevo muñeco. Eso es
raro, yo nunca suelto a Teddy. Incluso a él jamás lo dejo en otro lado que no
salga de mi vista y lo sabes.
—Le das mucha importancia a un simple peluche.
—¿Qué querías? Me lo has regalado tú desde
que tengo memoria. Es muy especial para mí, y no lo encuentro.
—Tommy, yo no lo he visto mi amor, supongo
que desapareció o no sé. No te aflijas, pronto te podré regalar otro.
—Pero mamá —el pequeño se entristeció—, yo
le tenía mucho cario a ese osito. No es justo.
—No todo en esta vida es justo Tommy. Anda,
que el Sr. Teddy no te quite el sueño, ya aparecerá. —dio por terminado el
tema, iniciando otro para ella, más importante—. Ahora ven, tienes que desayunar
antes de ir al colegio ¿Ya has puesto tus cosas? —le vio asentir en silencio—,
vamos, cambia esa cara, y come, que necesitas energías.
—Tienes razón. Gracias mami.
Comió en silencio, tratando de recordar
dónde pudiese estar su pequeño oso. Pues él se había acostado con aquel juguete
desde bebé y nunca le había pasado… ¿Dónde estaría? Y eso rondaba su cabeza,
sin saber que yacía degollado y enterrado en su jardín trasero.
Por otro lado, en la habitación solitaria,
divagaba un sonriente muñequito.
—Tengo que conocerte mucho más mi amor. Así
tu también de mí… —Sostenía un pequeño porta-retratos, de aquellos pequeños que
se amoldaban a cualquier fotografía infantil—. Dime bebé ¿Qué clase de relación
somos si no sabes nada de mí? Siquiera sabes mi nombre, Tommy. Eso se tiene que
arreglar.
Volvió a dejar la fotografía en su lugar y
acomodó mejor su chambrita, para así dejar un poco al descubierto su espaldita,
invitando a verla y así, dar a conocer su nombre.
Escuchó pasos en las escaleras, y se
apresuró a esconderse en la mochila que momentos antes, había visto a Tom
hacer, comprendiendo que iría al colegio.
Una vez hecho eso, solo esperó, sintiendo
como todo se movía hasta que pronto se detuvo, después de largos y largos
minutos.
Un pequeño hoyuelo se asomaba al no tener el
zipper de su mochila del todo bajo, permitiéndole al juguete ver por éste.
En definitiva estaba en el colegio.
—«Como se podrán dar cuenta, jóvenes, el
Romanticismo fue un gran carácter literario que poco a poco buscó dejar atrás
al Neoclasicismo histórico; un ejemplo de éste se podrán dar cuenta en la
lectura que acabamos de realizar… ¿Pueden darme un ejemplo del reemplazo de un
carácter literario a otro?» —Viró sus ojitos rojos. Eso era realmente aburrido
y por lo que pudo ver, la hermosa carita de su amado también mostraba el
aburrimiento. Sin embargo, pudo haber participado, aunque adivinó que fue más
por obligación que por querer—. «¡Tom Kaulitz! Deje de estar hablando y haga
algo de provecho mejor, haber, dígame alguna característica de la lectura que,
espero, usted también haya realizado… ¿Cómo se llama y quién es su autor?» —Un
mierda había respondido él, sintiendo el miedo de ser castigado y de no saber
nada. Se enojó demasiado con el profesor y de nuevo la ira se hacía presente en
sus rojos ojos… ¿Quién mierda era ese jodido profesor como para regañar y
ridiculizar a su pequeño Tommy? Eso lo pagaría y caro.
—«Bueno, se llama: Ojos verdes, escrita por
Gustavo Adolfo Becquer y resalta emmn, bueno, algo místico y romántico, criaturas
fantásticas y demonios. Bueno, algo típico del ¿Cómo? A sí, romanticismo y
pues, éste a su vez dice que: Solo la belleza es la verdad»—Había contestado
heroicamente a su pregunta evadiendo otras y dándole el coraje suficiente al
maestro como para que ya no le molestase.
Pero eso no había sido suficiente para el
muñeco, que se guardó sus ideas para después.
¿Tramará algo?
;) gracias por leer :'D
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