lunes, 22 de abril de 2013

Broken Puppé - Capítulo 2

Día un poco cansado y con 
muchas emociones.
Aquí les dejo otro poco más
 de Broken Puppé
:3

Capítulo 2


—¡¿Qué mierda es eso Tom?! —gritó impactado su amigo pelilargo Georg, al ver una cosa que Tom escondía tras su delgado disfraz.

—¡Joder, me has asustado, animal de campo! Es solo un pequeño juguete que encontré a mitad del camino. Lo han de haber abandonado.

—¿Y..? ¿Eso qué? Digo, no es como si fuese un animal o niño pequeño ¿O acaso te has quedado drogado por lo de ToyStory? —se burló esta vez Gustav.

—Cállate, claro que no. Es solo que, digo… no sé. Me da cosa verlo ahí solito tirado. Además, servirá para mi colección de muñecos.

—Pareces niña…

—Si no te callas, rubia odiosa, te meteré la primera rama que encuentre por donde no quieres saber. —Le retó.

—Está bien, ya me callaré.
Siguieron bromeando, omitiendo el hecho de que un sucio muñeco estaba bajo el pecho de Tom.

Su destino final, era llegar a la fiesta en la que el pueblo festejaba, ya que por ende, sus padres estarían allí también, y así lo hicieron.

—¡Mira lo que he encontrado mamá! —chilló un emocionado Tom, tras encontrar a su madre. Mientras enseñaba al aire al pequeño y feo muñeco.

—¡¿Qué es Tom?!

—¿No lo ves? Es un pequeño muñeco. Es solo cuestión de que lo limpie un poco y quedará muy bonito… es para mi colección.

—Tú estás loco mi amor, ese muñeco es muy feo, pero no te prohibiré que lo tengas. —le sonrió—, bueno, iré con tu padre, si estás cansado solo dímelo y te podrás ir a casa.

—Entonces de una vez te lo digo. Mis amigos y yo hemos recorrido un gran tramo y estoy en verdad cansado. ¿Me puedo ir a casa?

Su madre asintió. Le dio un casto beso en la frente a modo de despedida después de darle las indicaciones suficientes como para sobrevivir una noche, o 4 horas al menos sin ellos.
El pequeño rubio de rastas solo se limitó a sonreír. Había veces en que sus padres sobre-protegían a tal grado que era agonizante. Le hacían sentirse un bebé.

Quería mucho a sus padres, oh claro que sí. Pero a esa edad en la que ahora se encontraba, se empezaban a dar cambios y uno de ellos en la típica adolescencia era la necesidad de independencia.
Eso, y por lo tanto comparado a lo que sus padres le daban que casi quería que comiese dado por la mano de Simonne, era en verdad atosigante.

Pensaba en eso en el camino de regreso a casa, no estaba lejos si es que en unas cuantas calles que sabía de memoria, y que justamente a esa hora estaban desoladas y sin ningún ruido a cuestas. Todos los pueblerinos estaban en la gran fiesta de la que hasta ese momento se pudo salvar.

Con pesadez subió los escalones y adentró la llave a la cerradura, para que así con un movimiento de muñeca, pudiese ceder la puerta y permitirle el acceso a su propia casa. Prendió la luz y se dirigió a la cocina para servirse el resto de zumo que sobró en la comida.

Ya se había quedado solo con anterioridad, así que no le dio mucha importancia. Ya acabado el agua, lo dejó en el fregadero y continuó su caminata hacia la planta alta donde se encontraba su alcoba.

—¡Lindo muñequito! —habló a su pequeño juguete recién obtenido, emocionado y con cariño— tienes muy buen aspecto ¿Sabes? Incluso he de decir que tienes personalidad.
Se echó a reír con ganas, estaba hablando con un muñeco que no tenía vida y siquiera lo podía escuchar. Únicamente desperdiciaba saliva pero, no sabía el porqué le hablaba, siempre era así.

—Solo… —continuó hablando—, solo habría que bañarte, por así decirlo. Ya sabes, limpiar tu cabello, tu ‘piel’ —hizo comillas al decir esa palabra, puesto que era obvio que el muñeco no tenía piel—. Esos ojitos rojos están muy bonitos, tienes originalidad chico. Falta lavar tus ropitas, supongo que puedo hacerlo ahora.

Empezó a desvestir al muñeco, como si fuese en verdad de porcelana. Estaba claro que el plástico no se rompía ni se rompería por mal uso, pero aún así lo trataba como el más delicado de los cristales. Claro, era un niño con juguete nuevo.

Una vez terminado de desvestir al pálido muñeco, salió de la habitación hacia la sala de lavado, donde rápidamente metió el ropón del muñeco y aprovechó para hacerlo con un poco de ropa él también.

Regresó a su lado, en la cama que yacía justo en medio de su habitación, se arrodilló para estar a su altura y comenzó a estudiarlo.

—¿Qué tienes aquí? ¿Qué significa, pequeño?
Había descubierto unas marcas en la blanca piel del muñequito, como si fuese tatuajes o algo parecido, pero con formas totalmente extrañas, excepto por la estrella, antes de comenzar su piernita.

—Ok, creo que ese es tu diseño. Bien, necesitamos ducharnos, pero primero vas tú. —habló sonriente.

Cargó de nuevo al pequeño muñeco y lo llevó al lavabo de su baño. Poniendo el tapón y haciendo un mini jacuzzi, del tamaño del pequeño juguete: perfecto.
Comenzó a frotarlo delicadamente con una pequeña esponja llena de jabón, y poner un poco de shampoo de frutas en su tieso cabello, lavándolo con ahínco y gusto. Pronto terminó, enjuagándolo y secándolo de paso.
Salió por la ropa del juguete y procedió a transformarlo, arreglándolo.

—¡Valla que has cambiado amiguito! Mírate nada más, te silbaría pero no sé hacerlo. —rió ante su fracaso—. Bien, amiguito, luego admiraré mejor tu belleza. Ahora tengo que arreglarme y quitarme éste maquillaje. Me daré una ducha como la que te di a ti. ¿Vale? No tardo. Mira, te dejo aquí para que estés cómodo —le dejó en un extremo de su cama, acomodándolo para que no se fuese a caer o su perrito Scotty no lo fuese a jalar.
Se metió al baño, riñéndose a sí mismo por hablar como idiota frente a un muñeco.
Se metió a la tina que bien se había preparado, disfrutando tanto aquel baño de sales, que juró dormirse casi al instante.


Mientras tanto, en un extremo de la cama, unos bracitos comenzaban a moverse, poco a poco, y unos ojitos color rojo viraban de arriba hacia abajo y de un lado hacia el otro.
Sus pequeños bracitos taparon sus ojos para después estirarse hacia arriba, relajar su pequeño cuerpo de plástico y quedarse quieto analizando la situación.

Sus ojos rojos, enmarcados con una línea negra definida se abrieron grandes, y su pequeña boquita cocida sonrió lo más que pudo. Su satisfacción era notoria.

—Eres tan tierno —susurró para sí—. Tan guapo y lindo… —sus manitas fueron a dar a su pechito, deleitándose al recordar al pequeño niño—. Eres perfecto y me has enamorado, Tom. Sin duda serás mío y debes estar a mi lado. —sentenció, con determinación. Sería suyo cueste lo que le cueste.



Espero haya sido de su agrado.
Pronto nos vemos en el próximo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario